Por Aluízio Marino, Gisele Brito, Pedro Mendonça e Raquel Rolnik*

Desde los primeros meses de la pandemia, diversas lecturas producidas incluso por el gobierno, prensa y organizaciones de la sociedad civil apuntaron a la desigualdad en la distribución de hospitalizaciones y muertes por Covid-19, con una mayor concentración de casos en barrios periféricos, señalando incluso la precariedad de la vivienda – especialmente en favelas y “cortiços” (conventillos) – con el potencial de contagio. Esta lectura fue ampliamente reproducida por técnicos de varios niveles de gobierno, por gestores, consultores y empresarios. El ex ministro de salud, Luiz Henrique Mandetta, declaró durante su participación en la CPI del Covid que la idea de que “la gente va a contraer eso [la enfermedad] porque viven en favelas, porque están aglomeradas, porque no tienen alcantarilla”, sostuvo las teorías de inmunidad de rebaño que guiaron la acción del gobierno federal. En mayo de 2020, el presidente de XP declaró que la pandemia ya había pasado a las clases altas, pero que el problema era que en Brasil había muchas favelas. El ex alcalde de São Paulo, Bruno Covas, declaró en el mismo período que las comunidades eran las más afectadas, y las que más necesitaban de apoyo de la alcaldía. Los mapas oficiales del municipio ayudaron a construir esta narrativa, como hemos analizado anteriormente. Se trata de una lectura que reconoce la desigualdad, aunque de una forma que estigmatiza y es simplista.

A pesar de demostrar una preocupación por la salud de la población de los barrios más vulnerables, estas narrativas no repercutieron en una estrategia territorializada para contener la propagación de la enfermedad. Mapeando el estado de la campaña de vacunación en el municipio de São Paulo a partir de datos del Ministerio de Salud, los resultados muestran una vez más una desalineación entre el diagnóstico y la estrategia adoptada.

¿Cómo repercutió esta narrativa sobre Covid y la desigualdad en las políticas públicas? Para entender el problema, necesitamos recuperar la geografía del impacto del virus en la ciudad. Adoptamos mapas de densidad Kernel, o de concentración de casos de hospitalizaciones por Covid-19 y SRAGs no identificadas, que permite identificar de forma asertiva los focos de la enfermedad. También realizamos lecturas de muertes por Covid-19 estandarizados por grupo etario, que apuntan a cuál es el impacto relativo de la enfermedad al retirar el peso de las muertes entre la población más anciana. Ambos mapas muestran una lectura acumulada de todo el período de la pandemia.

El mapa de calor de las hospitalizaciones y el mapa de mortalidad apuntan a la concentración del impacto del virus tanto en territorios periféricos, como Sapopemba, Capão Redondo o Brasilândia, como centrales, como República y Santa Cecília. Incluso con patrones de distribución espacial detectables, no se ha adoptado ninguna política de prevención territorializada para prevenir el contagio de los habitantes de estos barrios más afectados. En consecuencia, varios de esos barrios han presentado focos ininterrumpidos de casos a lo largo de varios meses, como ya presentamos en otro análisis. Ahora, con el avance de la campaña de vacunación, que se presenta como la única salida para la crisis sanitaria, la falta de comprensión territorial se hace aún más grave. Los siguientes mapas son una reconstitución de la geografía de la inmunización en el municipio de São Paulo, a partir de los datos abiertos disponibles en la plataforma OpenDataSUS y de datos de código postal del Centro de Estudios de la Metrópolis [Centro de Estudos da Metrópole].

El mapa anterior demuestra el efecto general de los criterios de priorización adoptados por el poder público. La opción de vacunar a los adultos mayores primero, más propensos a la situación de agravamiento de la enfermedad y muerte, resultó en un porcentaje desproporcionadamente mayor de vacunados en el llamado eje suroeste de la ciudad, donde se concentra una población blanca con mayor promedio de edad y más ingresos. Esta región no coincide con los lugares más afectados por el virus, como muestran los mapas de hospitalizaciones y muertes estandarizadas. Habría que pensar, entonces, al abrirse a más grupos de vacunación, qué criterios de priorización permitirían alcanzar estos lugares.

A lo largo de los meses de investigación también trabajamos otra hipótesis bastante importante: más que la condición de habitabilidad de las personas, sería la rutina de desplazamiento para el trabajo lo que impacta la concentración del coronavirus. Esa hipótesis arrojaba luz sobre la importancia de actuar sobre el sistema de transporte y las rutinas de trabajo, en especial de los trabajadores que difícilmente podrían realizar sus actividades a distancia.

En el mapa siguiente se puede ver que, si por un lado el criterio de edad tiene poca afinidad con las áreas donde la enfermedad ha incidido más, la aplicación de la vacuna en trabajadores de actividades esenciales es mucho más compatible con una acción que beneficia a las zonas más impactadas por el Covid. Pero a pesar de que ya está en vigor, este criterio todavía tiene un impacto tímido y secundario. Aunque se han incluido algunas categorías profesionales bastante expuestas al virus (como los profesionales de los servicios funerarios, los servicios de seguridad y rescate de los servicios administrativos de hospitales públicos y privados, los conductores y cobradores del metro), la mayor parte de las categorías de trabajadores que actúan en los servicios esenciales o que han vuelto a funcionar a partir de las medidas de flexibilización aún no están previstas en el cronograma de vacunación. Llama la atención también que, después de vacunados los profesionales de la salud en primera línea, fueron (y continúan siendo) priorizados otros profesionales de salud con bajo riesgo de exposición al virus, incluso aquellos que pudieron adherirse al trabajo remoto. Ese criterio también tiene consecuencias espaciales, cuando observamos la distribución de la vacunación exclusivamente para trabajadores de la salud en general: se alcanza una porción mayor de la población de regiones donde se concentran médicos y otros profesionales de la salud con mayores ingresos.

El recorrido de la investigación que hemos desarrollado hasta aquí evidencia la hipótesis de que la narrativa que asocia a Covid-19 con determinados territorios solo tiene el efecto de naturalizar las muertes causadas por la enfermedad, ya que, incluso con el reconocimiento de la vulnerabilidad, no hay adopción de políticas dirigidas especialmente para estos grupos y mucho menos su inclusión en las prioridades de vacunación. Esta naturalización de la muerte no es nueva ni neutra y tiene también una dimensión racial. Como se puede ver en el mapa a continuación, los territorios con mayor incidencia de Covid-19 son territorios donde vive la mayor parte de la población negra de la ciudad. Por otro lado, los territorios donde más se vacunó hasta ahora son donde se auto-segrega la población blanca de altos ingresos.

Así, los criterios de la campaña de vacunación adoptados hasta el momento se convierten en un ejemplo más de cómo opera el racismo estructural en nuestras ciudades. La reificación de determinados territorios, a priori, produce estigmas que colaboran con la naturalización de la muerte y, estratégicamente, de la inacción del Estado. Si por un lado, el problema se asocia repetidamente con territorios negros, pobres y periféricos, por otro lado, ninguna acción pública fue diseñada a partir de estos elementos. La supuesta neutralidad del criterio de edad escamotea hechos ampliamente conocidos sobre nuestras ciudades: la desigualdad en la expectativa de vida es territorialmente demarcada, las actividades laborales son social y territorialmente demarcadas. En vísperas de una tercera ola, ya no es posible posponer la adopción de criterios de vacunación socialmente eficaces y justos.

*Investigadores de LabCidade. Texto traducido por Adriana Marín Toro y Leonardo Foletto, también investigadores de LabCidade.